Posiblemente lo único que salva la situación que describo a continuación sea la solidaridad. Y es que en el fondo todos somos iguales…
Este verano, con jornada continua, Expo y algunos días de Rodríguez incluidos, he tenido algo de tiempo para hacer una de las actividades que siempre más me ha gustado: pasear por la Zaragoza de mis amores y desamores. Antes lo hacía con frecuencia, en concreto era fijo el paseo matutino-dominical lleno de fotografías, museos, exposiciones (que no expos) y vermús. La mezcla incomparable de resaca-dormir_poco-ensoñamiento era perfecta y las fotografías y recuerdos de aquellos días también. Por cierto, el otro día desempolvé los álbunes y carpetas de diapositivas de aquella época y había alguna buena. Decidí digitalizarlas para poder trabajar y publicar; hice una selección, mejor dicho, lo intenté y salieron alrededor de 4.000. La cuenta fue inmediata: 4.000 x 0,35 = 1.400 €. Intuitivamente eché mano al bolsillo y decidí que debería hacer una nueva revisión… hasta hoy.
Pero siempre me voy del tema, narices. La cuestión está que entre tanto paseo y debido en gran parte a la gran afluencia que ha tenido la Expo (por cierto y hablando de cuentas, aunque me vaya de tema, la afluencia vuelve a ser una medida relativa; nos inundan sobre el éxito que supone los 5,5 millones de visitantes y la cifra en sí, cierto es, es grande, casi astronómica; pero uno, un poco dado a las cuentas no sé por qué, pensaba que si se habían vendido 30.000 pases de día entero y otros 30.000 de pase nocturno, eso sumaba 60.000 y teniendo en cuenta que cualquiera de esos afortunados entraría del orden de 25 veces eso quita ya 1,5 millones de visitantes, dejando más que escueta la cifra astronómica anterior; eso sin contar que no se ha dicho cómo se contaban los pases, porque uno podía entrar y salir, sin saber la contabilización…) Zaragoza se nos ha llenado de esos ilustres paseantes conocidos como turistas.
Debo decir, en consonancia con el primer párrafo, que lo primero que hay que declarar es que todos somos turistas. Esto nos salva porque es insólita su propia figura: son las 15:00 horas, el termómetro oficial marca 41ºC (los de los mupis, 48), los comercios en su mayoría cerrados, los zaragozanos, conocedores, se ocultan en cualquier lugar… pues allí está, el turista, sufrido pero persistente, pasea por la Plaza del Pilar, cámara en mano, hijos en la otra y gorrita de John Deere (bueno, seguro que es de Dolce&Gabbana, pero mis recuerdos rurales de la infancia persisten con la conocida marca de maquinaria agrícola). Siempre están en la Plaza del Pilar. Mira que hay sitios más bonitos e interesantes, pero todos pasan por allí.
Claro que cuando yo voy a París, paseo cámara en mano y niños en la otra por la Torre Eiffel y no me sacan de allí, o en Venecia siempre acabo en la Plaza de San Marcos. Todos sabemos que hay otros rincones, lugares y espacios más interesantes, pero el turismo es lo primero y hay que cumplir.
Si nos dedicásemos a preguntar, a hablar y comunicarnos con la gente, encontraríamos otros lugares, posiblemente no tan conocidos pero encantadores, sujetos a la subjetividad de nuestro interlocutor y, por tanto, seguro que apetecibles. Si preguntásemos a los habitantes y residentes del lugar destino de nuestra estancia turística descubriríamos otro lugar.
Pongamos un ejemplo: se me acerca Mme. Dupont (todos los franceses se llaman así, ¿no?), residente en Saint Nazaire (en bretón Sant-Nazer), departamento de Loire-Atlantique, junto a la maldita bola del mundo próxima al Pilar y los Juzgados:
— Bonyú, mesié. U es que ye peu aler a quelque lieu enteresan par isi? La Pilarica et el luan disi?(traducción simultánea: Tío, ¿dónde puedo ir a algún sitio interesante por aquí? ¿La Pilarica está lejos de aquí?)
— Pues mira, maña. Lo primerico es que casi te partes los piños contra la columna. Lo segundico es que no sé quien coño te ha dicho lo de la Pilarica ya que nadie en Zaragoza la llama así: es el Pilar o la Virgen del Pilar, nunca la Pilarica (creo que lo inventó uno de Madrid que pasaba por aquí y conjuntó nuestro diminutivo característico -también navarro, claro- con nuestra diminuta representación de la advocación pilarista). Lo tercerico es que ¿ves esta gran basílica?, pues bien, es el Pilar y ya lo has visto. Si tienes mucho tiempo pon una vela y mira a lo lejos algún fresco de Goya y Bayeu, pero como no lo tienes y llevas gafas, déjalo. Haz otra cosa, ¿ves esa torre al fondo, encima de una fachada blanca-blanca y un edificio que no pega ni junta delante? Pues eso es La Seo (que no el Aseo) y es la verdadera Catedral de Zaragoza. El 95% de la gente que viene a Zaragoza entra en el Pilar y no va a La Seo, ellos se lo pierden, tu no deberías.
— Oh, se mañifique…
— Pues sí, es magnífica y mañífica, tienes razón. Encontrarás en ella todos los estilos desde el románico hasta el neoclásico y tendrás un magnífico ejemplo y recuerdo de uno de nuestros estilos más peculiares: el mudéjar. Además, si puedes perderte por las callejuelas que lo rodean, encontrarás calles encantadoras y preciosos palacios renacentistas…
— Oh-la-la…
— Pues sí, ya veo que lo coges: La – La Seo. Pero también si tienes algo más de tiempo te recomiendo que salgas a la ribera, pasees un poco por ella y mires su río. Se llama el Ebro (O Ebro en lengua aragonesa, único río masculino ya que todos son femeninos: a Zinca, a Uerba, etc.) y es tan contradictorio y cambiante como el carácter aragonés. Ahora lo ves casi seco cuando hace 3 meses casi se lleva una Expo por delante. Bueno, pues eso, toma la orilla, disfruta y cuando llegues a una plaza con obelisco, toma un parque y vete hasta el Castillo de la Aljafería.
— Algafeguia?
— Sí, cuesta decirlo, Al-ja-fe-rí-a. Es un castillo de origen árabe, más en concreto de la época de los reinos taifas. Es único. Pasea por su interior e imagina…
— Se bian, se bian. Sa sufí. E pur manyé? U e le Tubó? (trad. sim. Está bien, está bien. Es suficiente. ¿Y para comer? ¿Dónde está el Tubo?)
— Bueno, pues si me preguntas hace 5 o 6 años te diría que te olvidases del Tubo, pero ahora no. Muy cerca, antes de llegar al Tubo desde aquí, encontrarás excelentes bares de tapas. Elije bien ya que los hay muy caros y no tan buenos. También tienes muy cerca la Plaza Santa Marta que es un lugar exquisito y, además, bonito. Pero pregunta a los zaragozanos, ellos te aconsejarán lo mejor. Porque, ¿sabes?, los zaragozanos además de cazurros, cabezones y egoístas, son amables y todo…
— Oh, mersi mesié…
— De gian, maña…
En fin, que cualquiera diría otras rutas distintas de las “oficiales” cuando se recorre una ciudad… Pero la obligación y fidelidad del turista es persistente y continuaremos recorriendo siempre los mismos lugares que todos, perdiéndonos los rincones y encantos que toda urbe posee.
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