Agosto en Zaragoza está de muerte. Que sí, que la tranquilidad se respira por todos sitios y, pese a la Expo, se puede pasear e incluso vivir. Hace años que busco desesperadamente permanecer en esta Zaragoza en verano, revivir la tranquilidad, el tiempo y el espacio habitable.
Ayer fue uno de esos días tranquis, mezcla de viva actividad, recuerdos y nostalgia. El verano permite ciertas cosas que procuro recrear en los ratos libres.
Tras currar por la mañana, comí rápido y cogí la bicicleta. Yo he sido gran ciclista, sin llegar a competición (siempre llegué tarde a eso en todo) pero con buena rodada, ritmo y fondo.
Todo me viene de mis 16 años cuando dejé mi colegio dominico (ver crónicas) y terminé bachiller y COU en el Instituto (el Mixto 4, aquel itinerante que recorría todos los edificios a punto de ser declarados en ruinas en esta ciudad; grandes recuerdos que dejo para otra ocasión). Para ir desde la casa de mis padres en Universitas (por las Delicias) hasta la plaza San Pedro Nolasco (en pleno Casco Viejo) tenía pocas alternativas y todas ellas pasaban por un largo tiempo de recorrido. Como nunca he sido dado a excesos madrugadores, vi en la bicicleta la alternativa de transporte adecuada. Todos los días, lloviese o hiciese un sol devastador, allí estaba montado a las 8 y media de la mañana o antes entre los coches, sorteándolos cual “Baulero“.
Desde esa época nunca dejé la bicicleta. Fue mi medio de transporte habitual durante más de 10 años. A todas partes iba con la Jacinta (una bici rescatada del pueblo y “tuneada”, con más de 50 años de pedaladas a sus espaldas, sin cambio de marchas y habitualmente también sin frenos), hasta que me la mangaron, o con la Orbea de paseo, un poco después (esta ya con cambio y frenos).
Con esa Orbea (como decía mi amigo Roberto entonces “Orbea, si la miras se estropea”) hice grandes cosas: recorrí todo el norte de la Península, desde Asturias a San Sebastián pasando por la subida a los Lagos de Enol, con mi buen amigo José Luis; múltiples subidas al Pirineo (la más destacable una en solitario al refugio de Biadós en Gistain, en tres días, ida y vuelta); y un largo etcétera.
Pero me pasó como me suele suceder casi siempre: me compro algo mejor y dejo de hacerlo. Me explico: me compré una flamante Orbea de montaña y dejé de montar en bici (algo parecido me pasó cuando me compré, al fin, una maravillosa guitarra acústica que hacía años que deseaba y dejé de tocar; o cuando terminé el maratón de Madrid y dejé de correr, al estilo Forrest Gump). No sé porqué pero cambié. Dejé de ir en bici durante años y ahora llevo tres o cuatro que, aunque poco, lo hago algo.
Pues ayer me decidí a cogerla. Entre otros motivos había varias curiosidades que quería descubrir, sobre todo la de conocer un nuevo recorrido que partiendo del barrio de Las Fuentes, lleva al Galacho de La Alfranca. También deseaba saber de una vez por todas qué era eso de AVZ que veía en los carriles bici de la ribera y que tanto me llamaban la atención. Y, claro está, disfrutar del paseo con el sol abrasador y el cierzo implacable como compañeros…
Lo de ir al Galacho en bicicleta era algo añorado. ¡Cuántas veces de ir a ver pajaricos, bichos y plantas en la época naturo-ecologista! Aquellas visitas con mi buen amigo Pedro Rovira al Galacho eran lecciones de naturalismo, biología y zoología que mamé a mis vietipocos años (por cierto, Pedro era y es uno de los mejores fotógrafos que he conocido, y he conocido a varios; veo aún alguna foto suya en el interesante blog de su mujer, Puri Menaya, “El rincón de la bruja de chocolate”).
El paseo es delicioso. Discurre por la ribera del Ebro, por esa ribera de siempre que tanto he añorado desde que la “civilizaran” en mi barrio, la Almozara.
En mi caso seguí desde la Almozara por el carril bici en la ciudad (eso marcado con AVZ, que descubrí era “Anillo Verde de Zaragoza” y es el conjunto de trayectos preparados para recorrer en bicicleta, tanto por la ciudad como por las proximidades; ver la información del ayuntamiento de Zaragoza) entrando en un camino acondicionado a partir del puente de Manuel Giménez Abad. Desde ahí, pasas frente a la desembocadura del Gállego, por el Soto de Cantalobos, un verdadero bosque, sigues por arboledas y campos hasta llegar a la nueva “pasarela del Bicentenario”. Allí tomas la otra margen, la izquierda, bordeando siempre el río y viendo todos los sotos, meandros, mejanas y galachos que al padre Ebro le ha dado la gana hacer. Todo un alarde natural, casi cuidado, con esa frágil convivencia que había hace años entre la agricultura y la naturaleza, esa simbiosis que se mantuvo hasta la llegada de nuestra “civilización”. Y todo eso a escasos 5 Km. del centro; un lujo.
Pasados unos kilómetros te adentras un poco para llegar al Galacho de La Alfranca, el lujo mayor de naturaleza en Zaragoza. El Centro de Interpretación te de la civilizada bienvenida y, a partir de allí, a perderte, que es lo mejor que se puede hacer en ese espacio natural.
El paseo es perfecto. Aúna el recorrido natural (sotos, meandros, mejanas y galachos), la belleza del río, las arboledas y bosques (alamos, chopos, tamarices, sauces, olmos, cañas, etc.), todas las aves que te sobrevuelan, algún destrozo urbanita y el esfuerzo de esos 17 km. hasta llegar a La Alfranca (y la vuelta con el cierzo de cara).
A más, a más, el itinerario urbano permite conocer los 14 puentes que ahora tiene Zaragoza sobre el Ebro, 12 más que cuando yo nací. Pero hablar de los puentes de Zaragoza lo dejo también para otra ocasión.
Disfrutad (ya sea solos, en familia, con la pareja o el amante) de este paseo en bici (también puedes hacerlo andando o cogiendo el trenecito que sale del Puente Giménez Abad cada hora y media) y conoced nuestro río, tantas veces denostado y apartado de la ciudad, que la Expo nos ha permitido recuperar y revivir.
El recorrido
Recorrido hasta el Galacho de la Alfranca
Lugares interesantes
Destaco algunos de los lugares pasados, con imagen de situación y foto de ayer.
Puente de Manuel Giménez Abad, inicio
Google Maps - Puente Giménez Abad
Puente del AVE y Puente Giménez Abad
Desembocadora del Gállego
Google Maps - Desembocadura del río Gállego
Desembocadura del río Gállego en el Ebro
Soto de Cantalobos
Google Maps - Soto de Cantalobos
Soto de Cantalobos
El Ebro en el puente de la Z40
Google Maps - El Ebro bajo la autopista Z40
El Ebro a su paso bajo el puente de la autopista Z40
Orilla derecha del Ebro – tamarices
Google Maps - Orilla derecha del Ebro
Margen derecha - Tamarices
Campos en la margen derecha
Pasarela del Bimilenario
Google Maps - Pasarela del Bimilenario
Pasarela del Bimilenario
Pasarela del Bimilenario
Orilla izquierda – meandros y galachos
Google Maps - Margen izquierda - Meandros
Meandro en la margen izquierda por el Soto de Benedicto
Pues sí. Tal y cómo indicaba en la anterior entrada, la semana pasada tuve una gran actividad de formación TIC externa.
Por un lado estuve un par de días dando una vuelta por el Virtual Educa, que me defraudó un poco sobre todo en el mensaje: en las dos charlas que presencié el factor común era la amarga experiencia al innovar en e-learning. Lo cierto es que no me lo esperaba, todo lo contrario, pensaba que todo serían bondades de la formación no presencial. Tal vez fue casual, pero no dejó de sorprenderme el regusto amargo, sobre todo tras las experiencias que diariamente yo vivo en este tipo de formación…
El asunto trataba, fundamentalmente, de cómo montar un CERT (Computer Emergency Response Team o Equipo de Respuesta ante Emergencias Informáticas) o CSIRT (Computer Security Incident Response Team o Equipo de Respuesta ante Incidencias de Seguridad) en terminología más actual. Un conjunto de charlas impartidas por el personal del INTECO (encabezados por Marcos Gómez, subdirector de eConfianza del mismo) nos permitieron conocer la organización, dedicación y trabajo de un CSIRT. También tuvimos la oportunidad de visitar el INTECO, cenar en una bodega de Ribas y ver la ciudad. Muchas ideas me han dado que a buen seguro se reflejarán en mi trabajo.
En cuanto al lugar, tranquilo, normalito y con cierto encanto conmovedor. La Bañeza (ver localización) me impresionó por la cantidad de terrazas por metro cuadrado y por el buen comer.
Por cierto que esta semana ya estoy de vacaciones. En concreto en Peñíscola, donde os muestro la típica imagen, sólo que tomada ahora mismo.
Los días previos a las vacaciones suelen ser de gran actividad, al menos en lo que a mí concierne. Tal vez por ello suelo optar por tomarlas en junio/julio y trabajar en agosto, momento en que me cunde el trabajo como si fueran tres meses.
Pero este año no ha podido ser y, pese a empezar los días de descanso el 21 de julio, gran parte de este mes me lo he comido y, con él, toda su actividad.
Bueno, pues esta semana solo tengo dos cosillas (además de lo habitual), pero grandes:
Por un lado estaré por el Virtual Educa, congreso máximo de e-learning de Hispanoamérica, al igual que informan Antonio Novo y Gabriel del Molino. Supongo que nos veremos por ahí.
Por otro, el miércoles estaré en La Bañeza (León) en el “Curso de Técnicas y métodos de gestión y respuesta a incidentes de seguridad en red” (ver programa) invitado por el INTECO (Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación) y organizado por la Universidad de León y ese mismo instituto.
A la vuelta, cojo las vacaciones y espero sacar un poquito de tiempo para informaros.
Pues sí, declaro que no me gusta mucho el fútbol, aunque tampoco sea del Comité Antifútbol (ni del comité antitaurino, ni de ningún otro anti). Entiendo, eso sí, ese gusanillo de ver jugar a la selección y el ambiente que conlleva (en algunos casos terminando en insoportable euforia), pero no soporto el griterío, cánticos y banderas que suelen acompañar.
También declaro que mi sonrisa surge cuando imagino, de manera perversa, a los chicos de ETA o PCTV viendo el partido y, en su interior, salirles un ¡España, España! maldito, acompañando las paradas de Iker Casillas.
Pero es que, además de no gustar, ayer tenía otra inaguantable actividad: acompañar a mi hijo Ángel a ver un absurdo espectáculo de Pressing Catch (absurdo porque si ya lo es cuando participan las figurillas, imaginaos como será cuando los protagonistas son conocidos por sus abuelas).
En fin, espero buscar actividades más creativas e interesantes para la final del domingo.
Ya comenté lo loco que me volvió la visualización de esta bitácora con el tema Mandigo por algún error que nunca llegué a descubrir del todo. Lo decía en WordPress, Mandigo, los virus y los misterios el pasado 6 de mayo y al final tuve que optar por poner otro tema (en concreto Talian)
Hoy, veo que ha salido la última versión de Mandigo (la 1.35), la pruebo y funciona tanto en Firefox como en Explorer. ¡Al fin!
En la primera parte comentábamos cómo empezar a obtener datos, centrándolo en las entrevistas familiares y en el registro civil. Por su parte, en la segunda, comenzábamos a ver qué fuentes documentales nos pueden servir para nuestro fin, enfocando la importancia de los libros eclesiásticos.
Aunque volveré a este tipo de documentos de la Iglesia más adelante, en esta tercera parte comentaremos uno de los tipos de fuente documental más utilizado al comenzar estas investigaciones: los censos o padrones municipales.
Los censos y padrones municipales
Podemos catalogar los censos y padrones como fuentes documentales civiles. Desde finales del siglo XIX se establecieron algunos censos electorales, siendo uno de los más amplios y antiguos el de 1890, establecido según Ley del Ministerio de la Gobernación “por la que se establece la obligatoriedad de estar censado y cómo hacer el censo”. Esta ley la podéis encontrar en la Gaceta de Madrid (lo que ahora llamamos Boletín Oficial del Estado BOE), en concreto en fecha 29 de junio de 1890, Gaceta de Madrid 180, páginas 901 a 908.
En este y en otros censos posteriores, se establece cómo realizar el censo, correspondiendo únicamente a varones mayores de edad (entonces mayores de 25 años). Tendremos que esperar a la Segundo República para tener censos con mujeres.
Genealógicamente esta fuente de información es parcial pero interesante. Parcial porque únicamente encontraremos a los ascendientes masculinos de nuestras familias, pero interesante porque se nos dará información más allá de la puramente genealógica: domicilio, profesión, si sabe leer o escribir, etc.
Uno de los problemas fundamentales de esta fuente de información es el de su escasa antigüedad, ya que difícilmente encontraremos censos anteriores a la fecha indicada, aunque en algún caso sí. Tener datos de 1890 supone disponer de información de nuestros abuelos o bisabuelos, cosa que seguramente ya tendremos con nuestro primer tipo de investigación (oral y del registro civil). Además un censo o un padrón nos dice que en esa fecha vivía una persona en concreto en ese lugar, pero no nos aporta dónde nació (fundamental para seguir con nuestro árbol) ni quiénes eran sus padres o abuelos.
La forma de obtener censos es relativamente sencilla: suelen encontrarse en Archivos Históricos Provinciales de las distintas provincias. En algún caso también se encuentran en ayuntamientos u otros archivos, pero por ejemplo en el caso de Zaragoza, los encontraremos en el Archivo Histórico Provincial de Zaragoza (C/ Diego Dormer, 8 50001 Zaragoza, tfno. 976397566, ahpz@aragob.es, ver localización). Allí bastará con dirigirnos a la recepción y pedir el municipio y año que deseemos estudiar; nos dejarán acceso a los microfilms (de muy fácil uso) y podremos sacar las copias en papel que deseemos (bajo una pequeña tasa).
Desde hace algún tiempo, en la Asociación AragónGen, estamos digitalizando los censos que disponemos los asociados y publicándolos en la sección privada de nuestra web. Esto nos permite la consulta de los mismos pero también buscar apellidos, profesiones y datos estadísticos que iremos trabajando y que, más adelante, servirán para una publicación.
Pues sí, tras tres años de obras, molestias, polvo, destrozos, construcciones, moles faraónicas y pequeños sarcófagos secretos, llegó la Expo.
La inauguración me pillo en casa (ya se sabe, niño pequeño, madrugón al día siguiente, etc.) y tomé un poquito de vídeo cutre desde la terraza.
Pasado el fin de semana fuera, hemos ido los tres días (bono noche ad hoc) y sentimientos contradictorios: amabilidad mucha; aspecto en algunos edificios imponente, en otros discreto; contenidos flojitos hasta ahora (sólo he visto pabellones nacionales), alguno incluso malo, directamente; actuaciones buenas (excelente “Hombre vertiente”); y conciertos, por ver…
A pesar de saberlo, tengo cierta desilusión por los pabellones de países. Posiblemente el problema es el recuerdo de los colosales pabellones de Sevilla 92, que ahora son pequeños bazares, en la mayor parte de los casos.
Pero no puedo opinar de mucho más. La organización, de momento, excelente.
Enhorabuena a quien le toca y ya iremos comentando.
Toda una sorpresa, la verdad. He ido esta tarde con mi disfraz más pulido de bitacorero (quien lo iba a decir, vamos) a la presentación de la nueva radio Aragón Radio 2 que comentaba ayer y me encuentro con que me quedaba corto en casi todo. Y es que veo que el proyecto va más allá de lo que se ve (me decía Emiliano, director técnico de CARTV, que ahora solo se ve un 15% de lo que se va a poner en marcha), que es como tiene que ser, actual, comprometido, con vocación de servicio (varias veces repetido por Rosa, directora de Aragón Radio, que además se lo cree, bendita sea), con elementos Web 2.0 ó 3.0 o lo que sea, etc. y que, la verdad, hay unos pedazo de profesionales detrás.
Por eso uno se alegra, motiva que en esta comunidad tan dada a veces a la mediocridad y el desánimo, encontrar a gente que trabaja y bien, tanto en el propio ente como los que han colaborado (que han sido muchos).
Me llamo Antonio y tengo cuarentaytantos. Trabajo como profesional TIC en una empresa de Zaragoza. Casado, dos hijos y una vida muy normal...
Algunas aficiones confesables y otras inconfesables. Genealogía, fotografía, montaña, deporte, lectura y la convergencia afición-profesión: sistemas, Internet, programación, ...
Alguna pasión: mi tierra, Aragón; y algún objetivo: Desperta ferro!